Gaspar Noé, director de películas como Irreversible (2002) y Enter the Void (2009), regresa a las salas con su nueva cinta: Clímax.
Por Arturo Marín Murcio
Clímax nos lleva al año de 1996, un grupo de jóvenes bailarines celebra a unos días de su gran espectáculo en una escuela relativamente abandonada.
Toda la fiesta pinta de maravilla hasta que alguien se percata de que el ponche está adulterado. Tras este descubrimiento se desata una serie de eventos caóticos que llevarán a todos los asistentes al extremo.
Presentando a cada personaje con una entrevista de apertura, se nos adentra a un suspenso sobre el que giran todos los acontecimientos dejando la incógnita de quién adulteró la bebida.
En esta introducción podemos apreciar un televisor rodeado de películas antiguas que sugieren el tono de lo que estamos por presenciar, con temas como Un perro andaluz (1929), Taxi Driver (1976) y Suspiria (1977).
El filme no cuenta con un protagonista, a pesar de tener a Sofía Boutella como el único rostro conocido del largometraje. No obstante, este no es un problema para la narrativa pues su manejo de personajes está perfectamente ejecutado y de cierta forma cada uno toma turno para ser tanto protagónico como antagónico.
La mente intrigante de Gaspar Noé nos lleva de nueva forma a un universo siniestro en el que el descontrol es el amo absoluto y cualquier aspecto oscuro de la humanidad se puede hacer realidad.
Alejada de sus predecesoras, Clímax no es tan explícita en cuanto a su contenido, sin embargo, el director argentino permanece fiel a su estilo con imágenes y planos visualmente alucinantes.
Cabe destacar que se trata de una película más sencilla en comparación con otros trabajos de Gaspar; no se vuelve subjetiva y pareciera que el aspecto psicológico es dejado a un lado para darnos una historia sólida, y a su vez, digerible.
Desde el punto de vista de la edición hay aspectos interesantes que podrían o asombrar, o molestar al espectador, aunque los extensos plano secuencias son dignos de admirar por su perfecta ejecución.
Es claro que el filme gira en torno a la sexualidad y las drogas, enfocándose en los efectos que estos dos despiertan sobre las personas.
No todo gira en torno a esto, sino que, a su vez, busca establecer un ideal de quiénes son los depredadores y quiénes son las presas, y la forma en la que desconocemos en varios aspectos a todos aquellos cercanos a nosotros.
En conclusión, no es una película para todos, se necesita estómago o por lo menos pensarla antes de meter comida a la sala; es un largometraje que se puede sentir pequeño, pero su solidez radica en el estilo utilizado, dándonos un trabajo digno del sello de Gaspar Noé y perfecto para todos aquellos que quieran ver algo alejado del cine convencional.