¿Qué sucede con la calidad de los espacios en los que habitamos?
Por Lilieth Sánchez Mendo
Los últimos meses se ha vivido una situación sin precedentes, que nos ha llevado a grandes cambios en la forma de manejar nuestro día a día. Más allá de los drásticos cambios de rutina, también se puede hablar de una transformación en cuanto a ideas preestablecidas. Dentro del contexto de una crisis sanitaria y el confinamiento que esto implica, ha sido imposible no hacerse la pregunta: ¿qué sucede con la calidad de los espacios en los que habitamos?
En el caso de Ciudad de México, una de las más grandes metrópolis del mundo y con graves problemas de congestión vial, era muy común que un adulto promedio saliera de casa a las 7 de la mañana y regresara a altas horas de la noche. Sin embargo, para los primeros días de abril de este año, esa misma persona tuvo que adaptar el espacio en el que dormía y pasaba algunas horas durante el fin de semana para convertirlo en oficina o escuela, además de gimnasio, biblioteca y en algunos casos, incluso guardería.
Al enfrentarse a este cambio tan radical, muchas personas pudieron darse cuenta de que la casa o departamento, herencia del modelo del siglo XX propuesto en el contexto de industrialización como las máquinas de habitar, desconoce por completo el factor humano en la ecuación. Cubos de concreto que se han producido en serie, cumplen la función de aislar y proteger de la intemperie, pero no necesariamente favorecen el bienestar del habitante.
Ya sea falta de ventilación y aire natural, mala orientación, circulaciones ineficientes, poca accesibilidad o saturación del espacio han dado pie a la categorización de viviendas en dos grandes grupos: la funcional y la no funcional. Incluso en edificios de construcción reciente, ha quedado clara la falta de atención hacia detalles que en un principio parecen obvios componentes de cualquier espacio destinado para que viva una persona.
Elena Guijarro, decana del Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España declaró: Consideramos que uno de los aspectos de los que más podemos aprender de esta crisis es si nos sirve para repensar nuestras viviendas, es decir, si pensamos en habitar. Es en este mismo contexto que la institución puso en marcha la iniciativa Pensar en Habitar, cuya primer etapa es una encuesta con 54 preguntas tipo test, que busca identificar los aspectos imprescindibles de los que debemos partir para mantener un estándar de calidad en el espacio de vivienda.
Se ha vuelto imprescindible dar dos pasos (o más) hacia atrás, y empezar por reconstruir el concepto de vivienda. Hoy, hemos revalorizado las terrazas que en muchos departamentos se cerraron para poder tener un estudio más grande. Al pasar tantos meses en casa, nos hemos hecho conscientes del gran valor que pueden tener las vistas por la ventana y el carácter crucial de una buena iluminación. A partir de ahora, se plantarían espacios polivalentes y con mayor potencial en cuanto a versatilidad, así como distribuciones en planta que den prioridad a la privacidad de los distintos habitantes.